miércoles, 2 de agosto de 2006

Las sociedades de control: un reajuste de la mirada

"¿¡Es que no hay nada admirable en nuestras democracias occidentales!?" Grito desconsolado de Rorty al examinar la obra de Michel Foucault. Según el americano, al ir demoliendo una a una las instituciones de asilo (manicomios, hospitales, cárceles) y las practicas (sexuales, racionales) de los sistemas políticos del mundo desarrollado, Foucault pone nuestras democracias al mismo nivel de los siniestros estados totalitarios (comunistas, fascistas). Rorty culpa de ello a la vena nihilista (nietzscheana) que vetea el pensamiento del francés y de buena parte de los pensadores de milieu intelectual donde se crió. Pero atención, todavía es posible recuperar a un Foucault, digamos, más humano (por no decir abiertamente pragmatista): la crítica implacable a que somete a las instituciones directamente surgidas de la Ilustración, constituyen un verdadero mentís contra la democracia, eso es cierto; pero se puede reconducir esa crítica hacia una reconstrucción de la propia democracia (todo ello según el razonamiento de Rorty, claro). Se trata de utilizar esa crítica para mejorar las propias instituciones a las que critica y conseguir de esta forma un fortalecimiento de la democracia (que es un mal sistema político, pero no conocemos otro mejor: Churchill). En esto consiste, según lo antedicho, el proyecto político del Sr. Rorty: rascarse donde pica; es decir, actuar de manera puntual allí donde haga falta, resolviendo los problemas más acuciantes, pero dejando el sistema intacto, pues en tanto que estructura no es mejorable. Además, eso de cambiar sistemas suena a revoluciones del pasado, y ya no estamos en la época de los Grandes Relatos de emancipación (Lyotard). (En la acción política Rorty aboga porque olvidemos los "movimientos" y pongamos en marcha "campañas").

Así es como razona Mr. Rorty para hacernos ver que hay dos Foucault. El Foucault francés, nietzscheano y nihilista; y el Foucault americano (para ser justos habría que hablar del Foucault de la interpretación americana), pragmatista y descargado de todo nietzscheanismo. Ni que decir tiene que el profesor americano se decanta por éste último. No es tolerable presentar una imagen totalitaria de la democracia que además le hace el juego a la reacción política.

Sin embargo, Rorty no llega más allá. Y precisamente por no dar un último paso, nos deja el pensamiento de Foucault cercenado en su parte más noble. Es precisamente ese nietzscheísmo que se pretende depurar el eje de rotación del pensamiento de Foucault. El Foucault light sería en todo caso un producto de consumo interno para los departamentos de humanities de las universidades norteamericanas.


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