lunes, 4 de junio de 2007

El Otro entre el tiempo y el instante, y 8

Vermeer y Proust

La idea que señala esencialmente lo que une y lo que separa en tanto que artistas a Proust y a Vermeer es la noción de instante. Siguiendo en parte a Platón, Aristóteles define el tiempo como “el número del movimiento según el antes y el después” (“la imágen móvil de la eternidad” que “avanza según el número”, diría el maestro), el tiempo es, por tanto, lo numerado y numerable y, en cuanto tal, nos remite a lo numerante, aquello que numera, que para Aristóteles no es otra cosa que el alma: “si es cierto que en la naturaleza de las cosas solamente el alma o el intelecto que hay en ella, tienen la capacidad de numerar, resulta imposible la existencia del tiempo sin la del alma.” Pero el tiempo no se identifica con el devenir, el tiempo es siempre el “ahora”, pasado y futuro carecen de entidad. La esencia del tiempo la constituye el instante. Y este “es siempre puntual, nunca acumulativo, el instante es una realidad sin magnitud, sin sucesión, aunque la experiencia inmediata nos diga lo contrario.”

Aquí radica precisamente la técnica vermeeriana, en presentar escenas instantáneas, de una mudez completa si las consideramos en sí mismas. Son como enunciados transparentes y a la vez misteriosos, hablan de objetos e individuos sin historia, desde el punto de vista de la pragmática su significado está abolido. El sentido connotativo ha sido sacrificado por la falta de signos, creo que lo más exacto que se podría decir sobre el significado de estas escenas que “insinúan”, y la insinuación siempre tiene un sentido difuso, ya que no afirma ni niega, no dice “sí” ni “no”, tan sólo “avisa”. Precisamente por esto mismo, son escenas tras las cuales intuimos una verdad que ellas no declaran explícitamente pero que expresan intuitivamente. Cuando se contempla una tela de Veermer hay un conato en el que mira de continuar esa historia, lo cual no consiste más que en introducir el tiempo en el instante, rescatar hacia atrás ese pedazo de tiempo perdido. Alentar de nuevo esas almas inmóviles y quietas[25] y rememorar su experiencia. He aquí la lección que Proust a prendió del maestro holandés y que abanderó su poética y su práctica narrativas en Á la recherche du temps perdu.

El que mira intuye una historia detrás de esas escenas, una profundidad bajo la superficie vista. Es como si Proust hubiese tomado los cuadros e, introduciendo el desarrollo temporal, hubiese querido contar la historia completa a la que remiten esas escenas aisladas, explorar la posibilidad de hacernos “contemporáneos de lo pasado”. El enigma del que habla el narrador a propósito del pintor holandés, en carta a Albertina, es su propio enigma: «Me dijiste que habías visto algunos cuadros de Vermeer; puedes darte perfecta cuenta de que son todos fragmentos de un mismo mundo, que se trata siempre, cualquiera que sea el ingenio con el que se recrea, de la misma mesa, la misma alfombra, la misma mujer, la misma nueva y única belleza, enigma en esta época en la que nada se le parece ni la explica, si no tratamos de emparentarla con los temas, sino de extraer la impresión particular que produce el color.» (La prisionera, 363). Si Proust desarrolla una historia completa, un proceso de revelación cuyo ingrediente reactivo es el tiempo, Vermeer nos enseña momentos aislados de intimidad en un espacio cerrado donde no cabe el desarrollo temporal, instantes de intimidad.

Lo que uno va a ganar con todo esto no es más que un trozo de tiempo perdido y aun así, lo que atesoraremos no será más que una materia ambigua, de perfiles dudosos, extraña. El tiempo perdido es tiempo pasado, sí; pero no es el tiempo que nos pasó. No es la infancia, ni la juventud, no es nuestra historia familiar aunque esté ajustado dentro de nuestra historia personal, como no puede ser de otra forma. No es el tiempo de la historia convencional, de los acontecimientos exteriores al yo, no es tiempo de la comunidad. Ni siquiera es lo que “yo” recuerdo aunque sepa que lo que entiendo por tal sólo sea recuperable mediante la memoria. El tiempo perdido es esencialmente una construcción (podría hablar de “reconstrucción” que parece un término más en consonancia con la idea de re-cobrar, pero quiero indicar que lo que se recupera no es tal cual fue, sino que en alguna medida -quién sabe cuánto- es algo nuevo). Todo el misterio se reduce a una vulgar secuencia: hay un instante, una búsqueda en la memoria, hay un recobrar un trozo de tiempo perdido. Todo no es más que una forma cualquiera de ser otro.




[25] «Still-leven, vida detenida en un instante, así se denominaba en neerlandés en el siglo XVII a lo que desde el siglo siguiente se viene llamando naturaleza muerta, que tanta relación guarda con la representación de la fugacidad de los reificados placeres mundanos, aquellos que, por desgracia personal o por gracia divina, no podemos llevarnos al reino celestial.», Claudio Díaz, Vermeer. O la mujer naturaleza muerta, Servicio de publicaciones de la Universidad de Málaga, 2001, p. 119



Créditos de las ilustraciones

  1. Vermeer, La carta de amor, 1669-70, Rijksmuseum, Ámsterdam
  2. Vilhelm Hammershoi, Mujer cosiendo en un interior, Sin fecha, Colleción privada
  3. Han van Meegeren, Mujer leyendo música, 1935-36, Rijkmuseum, Ámsterdam
  4. Piet Bekaert, Jardín para Marcel Proust
  5. Jacques Tissot, La ambiciosa, 1883-85, Albright Knox Gallery, Buffalo
  6. Gustave Caillebotte, Día lluvioso, 1877, The Art Institute, Chicago
  7. Edouard Manet, El Bar del Folies Bergère, 1882, The Courtauld Institute Galleries, Londres
  8. Pierre Bonnard, La carta, 1906, National Gallery of Art, Washington






4 comentarios:

anilibis dijo...

¡¡¡Mariano!!! por fin terminaste. Ahora vuelve a las entrevistas :)

Mariano Cruz dijo...

Tienes razón!!! Yo también las echo de menos, para el próximo (si la interesada no me hace esperar mucho) hay una nueva.

Mariano Cruz dijo...

Perdón, tenía que haber dicho la interpelada, el interesado soy yo :)

Anónimo dijo...

Yo es que nací disminuída ¿sabes? y no se colgar comentarios en tu puto blog :), pero hoy una cosa del time de Aristoteles, por si te interesa lo que me pueda sugerir el artículo:), y que conste q hoy sólo escribo con una mano:), mi jodido ciego destroza deos me está torturando:)
Me he hecho un lío con el número del numerante del numerable de la madre que los parió :) Que sepa yo el tiempo pa los griegos no era algo abstracto porque no imaginaban algo sin materia, con lo que era dos estados que la memoria registraba, sin ella no habia registro, luego no habia tiempo , y hasta el numero lo imaginaban material , y a ese transcurrir material lo llamaban devenir no? Como dices el tiempo no se identificaba con el devenir , yo creia que los griegos no tenian tiempo , tenian precisamente devenir. Aunque no creo que sea necesario irse hasta los platones para explicar al Proust este. Es instante no? Obra de arte autonoma:) pero tanto tratar al otro en los cuadros, ¿has probado a apuntar al otro en ti? No ver el otro al que apuntan los demás si no apuntar al otro desde ti? Sólo he leído dos articulos asin que a lo peor si lo has hecho y lo has escrito en otro articulo... :) Me pasó que tuve que estupidiar estètica o no se que ... y al final estaba hasta el gorro de estupidar belleza, queria ser belleza, en este caso querria ser otro, he descubierto un autor que me parece que apunta que lo radicalmnete otro que es ... Watts y las alegorias... supuestamente apunta a algo q no se puede pensar y por tanto no se puede decir, y que sólo se puede sentir, intuir, no es percibido por el alma numeradora-material, es captado por el otro del alma.
Que duermas bien princesa:) y que ailoviu ;) esther