jueves, 2 de agosto de 2007

Thoré-Bürger: el hombre que inventó a Vermeer, 4

El retrato de Vermeer según Thoré

Los cuatro Jan van der Meer. En la época en que Vermeer florece como pintor (mediados del siglo XVII) hay otros tres artistas con nombres y apellidos idénticos ejerciendo su actividad en Holanda al mismo tiempo. Esta es una de las primeras fuentes de confusión tanto en la atribución de sus obras, como a la hora de otorgarle una biografía; en efecto, no pocos cuadros de los otros tres fueron adjudicadas al de Delft, haciéndole destacar en géneros completamente ajenos a su actividad artística; por otro lado, y como era de prever ante la desesperante falta de documentos acerca de la vida de Vermeer, no poco jirones de las vidas de sus otros tres colegas homónimos fueron encajados en su historia personal. Fue Thoré el primero en intentar deshacer el rompecabezas de estos cuatro Jan van der Meer como paso previo necesario para restituirle una personalidad propia a su esfinge.

El primero de los tres es Jan van der Meer de Utrech, nacido en Schoonhaven[10]. Viajó a Roma en donde vivió dos años. No tenía necesidad de pintar para el mercado, puesto que su padre era rico. De vuelta a Utrecht se casó con una rica viuda que poseía una fábrica de albayalde. En 1661 era síndico del gremio de pintores de su ciudad. En 1672 se queda arruinado a causa de la invasión por las tropas francesas, suceso que también afectó gravemente a la economía de nuestro Vermeer. En 1682 obtuvo el cargo de controlador de comboyes y licencias de navegación. Siendo regente del Orfanato pintó un retrato de grupo donde se representa a sí mismo junto al resto de personalidades que se encontraban a cargo de la institución benéfica. Se tiene noticia de que pintó un autorretrato que Thoré considera perdido en el momento en que publica su artículo. Actualmente se exhibe una tela suya en el Museo del Louvre.

Otro pintor de idéntico nombre es Jan van der Meer de Harlem. Se le llama el joven para distinguirlo de su padre, el paisajista, llamado naturalmente el viejo. Nació en Haarlem hacia 1650. Fue recibido como maestro en el gremio de dicha ciudad el 3 de agosto de 1683. Thoré dice conocer abundantes cuadros y dibujos suyos firmados y fechados, también menciona algunos aguafuertes datados en 1685. El juicio de nuestro crítico acerca de su pintura no es demasiado entusiasta: «Triste pintor, por lo demás, y uno de lo más flojos entre los seguidores de Berchem. Su dibujo es inconsistente, su color es azulado sobre una gama gris monótona. Sus paisajes con animales, borregos frecuentemente, no alcanzaron precios muy altos en las ventas del siglo XVIII en Holanda.» En el Museo Thyssen se conserva un paisaje suyo muy parecido (mismo lugar, distinto punto de vista) a otro de su padre que se muestra en el Louvre.

Jan van der Meer de Haarlem el Viejo es un conocido paisajista, padre del anterior, como ya se ha dicho. Van Gool lo llama “el bravo paisajista”. Según Thoré su nombre y el de Vermeer de Delft fueron confundidos en numerosas ventas a lo largo de siglo XVIII, originando los consabidos problemas de atribución. El Louvre tiene el paisaje suyo mencionado hace un momento.

Discípulo de Rembrandt. Vermeer tenía como maestro a Carel Fabritius que habría sido discípulo de Rembrandt. Cuando aquél murió víctima de la explosión del polvorín de Deltf (junto a toda su familia, mientras pintaba en su estudio el retrato de un notable, según testimonios) en 1654 y quedando nuestro autor huérfano de maestro, decidió marchar a Ámsterdam para estudiar junto al hombre que había enseñado todo lo que sabía de pintura a su propio mentor. Thoré-Bürger no dispone, como es de esperar, de un sólo documento ni testimonio ni dato que atestigüe esta filiación rembranesca de Vermeer; sus conclusiones se basan en conjeturas sobre afinidades de estilo que observa en la obra temprana del de Delft y también en el parecido estilístico entre éste y otros pintores cuya proximidad a Rembrandt está más a menos demostrada. Analizando los estilemas y las técnicas del autor de la Ronda de Noche en La Alcahueta, concluye, nada menos, que la obra debió ser pintada en su taller de Ámsterdam. Para reforzar su argumento nos recuerda que La lectora tuvo atribución rembrandtiana durante casi toda su historia.

Seguidamente se refiere a tres pintores que tienen bastantes cosas en común con Vermeer, a los cuales considera discípulos de Rembrandt: Nicolas Maes, Pieter de Hooch y Gabriel Metsu. De esta forma los imagina a los tres como condiscípulos pintando en el taller de aquél. Lo cierto es que en la pintura de Maes encontramos casi todos los motivos que se encuentran en la de Vermeer (lo que tampoco tiene nada de extraordinario, casi todos los pintores holandeses de la época pintaban lo mismo): una lechera, una lectora, una encajera, una mujer tocando el virginal... En cuando a De Hooch, el parecido llama la atención incluso para la sensibilidad actual, además Bürger conocía muy bien, de primera mano en algunos casos, las confusiones y equívocos que habían llevado a atribuir a De Hooch obras de Vermeer y viceversa. Él mismo expresa en su artículo la tentación de adjudicar a éste La muchacha bebiendo con dos hombres de aquél. A continuación enumera tres Vermeer tradicionalmente atribuidos De Hooch: El arte de la pintura, La lectora y Soldado y muchacha que ríe.

Cerrando la triada tenemos a Metsu, quizá el más cercano estilísticamente. Por tanto, las conclusiones de Thoré-Bürger sobre el período de formación de Vermeer son: que estudió con Fabritius en su ciudad natal hasta 1654, que posteriormente estudió con Rembrandt en Ámsterdam dos años más hasta la bancarrota de éste; que allí tuvo como condiscípulos a Maes, De Hooch y Metsu y que de está época y con un estilo netamente rembrandtiano datan los siguientes cuadros: La alcahueta, El geógrafo (hipotética imitación del Faustus de Rembrandt), La lechera y Soldado y joven que ríe.

Actualmente, la crítica sostiene de forma unánime que Vermeer nunca trabajó fuera de Delft, tan sólo está documentado un breve desplazamiento a La Haya en 1672, a donde fue convocado como experto para dar su opinión sobre doce pinturas italianas (la conclusión del informe fue que las pinturas no tenían valor alguno). También se sabe que ni De Hooch ni Metsu tuvieron relación alguna directa con Rembrandt, no así Fabritius y Maes que sí fueron discípulos suyos. En conclusión, lo que se puede decir seguro es bien poco, la falta de documentos sigue siendo hoy casi tan determinante como en la época de Bürger, sólo algunos datos proporcionados por los archivos permiten que la mera especulación intuitiva alcance el grado de conjetura probable. Es probable que Vermeer aprendiera pintura con Fabritius en su ciudad natal, de manera que si algo recibió del magisterio de Rembrandt fue a través de aquél; por otra parte, habiendo desarrollado Pieter de Hooch lo sustancial de su carrera en Delft, podríamos admitir algún tipo de influencia mutua.




[10] Nótese que los datos recopilados por Thoré-Bürger no son totalmente fiables a los ojos del lector actual.

2 comentarios:

anilibis dijo...

Mariano, pronto serás el hombre que invientó a Thoré-Büger.

Beso :)

Mariano Cruz dijo...

¿No ese el sueño de todo escritor, que todos crean en la realidad de un personaje de ficción o viceversa? Me encantan esos cuentos de Borges en los que comenta la obra de un autor inventado... Ummm... me acabas de dar una idea... besos ;)